En marzo de 2015 un equipo de
investigadores descubrió en la capilla del monasterio de las Trinitarias
Descalzas de Madrid, España, unos restos óseos atribuidos hasta hoy al famoso
escritor español Miguel de Cervantes.
Todavía a finales de 2019 las fuentes
científicas no han podido confirmar al cien por cien la pertenencia de los
restos al más universal de los escritores de la lengua española, puesto que es
improbable la realización de una prueba definitiva de ADN, en tanto no hay
otros huesos para realizar el cotejo.
A pesar de las lagunas en la autentificación
del hallazgo, en los primeros años este generó un enorme entusiasmo y hasta
avalanchas de visitantes que fueron recibidos por las religiosas de las
Trinitarias devenidas en guías turísticas.
Tal vez el tiempo permita comprobar si el
descubrimiento pertenece a los restos del autor del Quijote. Para entonces, posiblemente
las peripecias de la pesquisa puedan inspirar el inicio de una obra con el
mismo ambiente de sorpresa e intriga que rodea a la escritura cervantina. Veamos
cómo lo contó en 2015 XL Semanal…
Aquí sucedió todo. En esta cripta de 36
m2, se buscaron durante 36 días los restos de Cervantes. En la última semana,
en el último rincón, tras toparse por el camino con más de 300 enterramientos,
llegó la sorpresa. Así fue la búsqueda del Príncipe de los Ingenios. Le
mostramos las fotos nunca vistas de la Arrodillado sobre la puerta de la
cripta, paco Etxeberria observa la pesada llave que la abre. Antropólogo
forense de apabullante historial, tiene la certeza de que los restos de
Cervantes perdidos en algún lugar del convento de las Trinitarias de madrid no
pueden estar muy lejos. Y qué mejor lugar que la cripta para empezar a buscar.
Etxeberria gira la llave y levanta la
puerta con esfuerzo. La hora de la verdad del Proyecto Cervantes ha
llegado. Cuatro siglos después del entierro, el 23 de abril de 1616, del
escritor más editado y traducido de la historia con permiso de la Biblia, sus
restos están muy cerca de ser recuperados. Etxeberria desciende los escalones hacia
la oscuridad. Tras él, armados de frontales y focos, cautelosos, bajan cuatro
miembros del equipo interdisciplinar arqueólogos, antropólogos forenses,
historiadores, restauradores, técnicos... que ha reunido para buscar al llamado
Príncipe de los Ingenios.
La primera pista falsa
La cripta, una sala abovedada de 36 m2
bajo el altar mayor, es un caos de estanterías y palés carcomidos, restos de un
uso como almacén, alquilado por las monjas a una editorial tras la Guerra
Civil. Ocupando la pared norte, se aprecian 36 nichos cubiertos
casi todos por una capa de yeso. La primera tarea se hace evidente: la
limpieza. Hay basura para cargar tres pequeños camiones del Ayuntamiento. Será
el único hallazgo que traspase los muros del convento. Así lo imponen las monjas:
ni un hueso ni una esquirla abandonarán la cripta.
«Despejada la estancia rememora la
arqueóloga Almudena García-Rubio, mano derecha de Etxeberria, vemos sepulturas
señalizadas en el suelo cuya existencia desconocíamos». Conclusión: habrá que
poner la cripta patas arriba. No hay tiempo que perder.
Día uno de trabajo y primera
sorpresa. En un nicho se halla una tabla con tachuelas que forman las
iniciales M. C. ¿Miguel de Cervantes? «Hubo quien dijo: Ya está. Vámonos a
casa», recuerda García-Rubio. Falsa alarma. La madera corresponde al
frontal de los pies de un ataúd infantil. «Las tachuelas, además explica el
historiador Francisco Marín Perellón, otra figura clave del proyecto, son del
XIX, todas iguales, a diferencia de las del XVII, de producción manual».
No es esta su única lección de
Historia. Marín Perellón es el hombre fuera de la cripta, el experto que,
mientras los arqueólogos excavan, realiza el hallazgo más relevante de todos;
menos espectacular, quizá, que un esqueleto, pero absolutamente trascendental.
Ante su perplejidad, las monjas le entregan el archivo del convento, algo que
los historiadores daban por perdido desde el siglo XIX. El experto bucea
así en un laberinto de actas de defunción, licencias de obras, testamentos,
documentos, legajos y libros cuyo estudio le permitirá afirmar que los restos
cervantinos descansan en la cripta.
«La comunidad de Trinitarias Descalzas
de San Ildefonso fue fundada en octubre de 1612 y, cuatro años después,
Cervantes fue enterrado en su iglesia detalla el historiador. En 1630, sin
embargo, al producirse un cambio de patronos, los nobles que pasan entonces a
sustentar el convento exigen la retirada de todos los difuntos del cuerpo de la
iglesia. Esto es, Cervantes, su esposa Catalina de Salazar y todos
los enterrados allí desde 1612, 17 personas en total 11 adultos y 6 menores de
12 años, son trasladados en 1630 a un lugar desconocido dentro de los muros
monásticos».
Las pruebas documentales
La investigación histórica
prosigue. Marín Perelló descubre que los huesos del escritor, como el
resto de los exhumados ese año, pasan todo un siglo, hasta 1730, en esta
ubicación desconocida. Un tiempo en que se echa abajo la iglesia
primitiva, se construye una nueva en otro lugar, dentro siempre de los dominios
de las monjas, y se amplía el convento. Es al final de todo este proceso, en
1730, cuando los restos de aquel grupo son trasladados a la nueva cripta. Y
este es el descubrimiento definitivo. El mapa del tesoro que revela el destino
del escritor.
En la cripta de las Trinitarias,
mientras tanto, Etxeberria y los suyos, acompañados siempre por dos de las 12
monjas de la comunidad de clausura, prosiguen su labor. Como en una película de
espías, se perforan las lápidas de los nichos con un taladro y son inspeccionados
con cámara endoscópica. Seis de ellos, con inscripciones funerarias completas o
parciales, corresponden a sujetos fallecidos entre 1732 y 1767. El resto, 30 en
total, se abren. ¿Estará Cervantes en alguno? «Dos aparecen vacíos; otros
dos albergan a capellanes; seis contienen restos de adultos, cuatro son de
mujeres; y en los otros 20 hay huesos infantiles -refiere García-Rubio-. Solo
en dos nichos hallamos hasta diez niños». Además de ajuar funerario, objetos de
vidrio, textiles o juguetes como una peonza y una pelota de cuero, datados
entre los siglos XVIII y XIX.
Es decir, ni rastro de Cervantes. Pero
el ánimo no decae. El suelo de la estancia promete aún grandes emociones. Antes
de picar, el equipo echa mano del georradar, una máquina capaz de radiografiar
el subsuelo en busca de enterramientos. El ingenio, elemento clave del
proyecto, permitió un año atrás escanear la nave de la iglesia, sobre la
cripta, en una primera exploración que marcó una posible ruta que seguir.
Como ocurriera entonces, entra en
escena Luis Avial, el geofísico de quien partió, cuatro años atrás, la idea de
buscar los restos de Cervantes. Ahora, gracias a sus servicios, los
investigadores creen tener al escritor a tiro. «El georradar
muestra que el suelo es un verdadero cementerio rememora Avial, colaborador de
la Policía en investigaciones criminales como la búsqueda de Marta del Castillo
o los niños de Córdoba. Calculamos más de 20 enterramientos». ¿Estarán entre
ellos los 17 del grupo de Cervantes?
Lo que la tierra esconde
Nada más empezar a excavar, a apenas
diez centímetros bajo el enlosado, comprenden que la previsión se ha quedado
más que corta. Se documentan 172 individuos, la mayoría niños de la segunda
mitad del XVIII y la primera del XIX. Pero la excavación prosigue. Removido
medio metro de tierra, otros 57 cadáveres, la mitad dispuestos en féretros,
conforman un segundo nivel de enterramientos de la primera mitad del XVIII. A
medida que los arqueólogos avanzan, retrocede el reloj de la Historia.
El subsuelo de la cripta parece no
tener fondo. Surge un tercer estrato, a un metro de profundidad, que revela 11
enterramientos más, todos adultos y en ataúd. La mayoría de los esqueletos
están en deficiente estado de conservación. Uno de ellos, sin embargo, que
viste como un capellán del siglo XVII proporciona una pista interesante. Es
decir, sabiendo que la cripta no estuvo disponible para acoger restos humanos
hasta 1730, siglo XVIII, los investigadores creen hallarse ante los primeros
enterramientos en la cripta.
La excitación se dispara enseguida ante
otro hallazgo. «Uno de los esqueletos, varón de unos 70 años rememora
Etxeberria, presenta una patología similar a la de Cervantes». El equipo entero
se detiene y se analiza el esqueleto. Otra falsa alarma. La atrofia de la mano,
que Cervantes sufrió en la batalla de Lepanto cuando un trozo de plomo de un
arcabuzazo le seccionó un nervio de la mano izquierda, aparece, en este caso,
en el lado derecho.
Y de pronto… Cervantes
Cunde el desánimo. Las posibilidades de
éxito se agotan. Culminado el análisis de nichos y suelo, el equipo prepara las
maletas sabiendo que el trabajo queda incompleto. «Se habían ido todos a casa,
recuerda García-Rubio. Quedábamos cuatro cerrando todo y, de repente, lo
encontramos. Fue como: ¡Oye, que esto sigue hacia abajo! Espera un momento.
Cuidado. ¿Qué es esto? Mira qué.... Apareció en la esquina sureste, en el único
sitio en el que el nivel se nos iba más profundo. Ahora sí, eran los primeros
enterramientos realizados en la cripta: un osario, apoyado sobre el estrato
geológico, el suelo natural, a 1 metro y 35 centímetros».
Se estudian y clasifican los restos, en
tan pésimo estado de conservación que hace imposible el análisis antropológico.
«No hay forma de distinguir lesiones como las que podría presentar Cervantes», explica
Etxeberria. Tampoco es posible determinar el número total de individuos. «Así y
todo -prosigue-, identificamos, en base al tamaño del radio, al menos a cinco
niños. Y por los huesos frontales de los cráneos, a diez adultos: cuatro
varones, dos mujeres y cuatro indeterminados. Entre estos últimos, además,
hay signos degenerativos compatibles con ancianos y maxilares con pérdida de
dientes en vida». Una referencia clara a Cervantes, fallecido a los 69 años y
con apenas seis dientes.
Aparecen también fragmentos de
indumentaria litúrgica del XVII que remiten al sepelio en 1621 de un sacerdote,
Francisco de Santiago, en la primitiva iglesia conventual, así como una moneda
de 16 maravedíes de Felipe IV, de la década de 1660. Son los últimos hallazgos
en la cripta, los que, según los investigadores, conclusiones del historiador
Marín Perellón en mano, resuelven el misterio de los restos de Miguel de
Cervantes. Para Etxeberria y su equipo, los hallazgos del osario no dejan
lugar a la duda. «Son claramente compatibles con el grupo de personas
enterradas en la iglesia primitiva de las Trinitarias que fueron trasladadas a
la cripta de la nueva en forma de osario». Entre esas personas estaban,
aseguran, Miguel de Cervantes y su esposa, Catalina Salazar.
-Comienza la aventura. El antropólogo forense Francisco
Etxeberria y parte del equipo del Proyecto Cervantes abren la cripta de la
iglesia del convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid. Queda por delante
más de un mes de excavaciones.
-Un futuro punto cultural. Sor María, una de las 12 trinitarias
del convento, acompañó al equipo en todo momento. Alguna religiosa, incluso,
limpió huesos junto a los investigadores. Mientras se decide el destino de los
restos atribuidos a Cervantes la iglesia conventual es la opción más manejada,
el lugar se ha revitalizado como atracción turística y cultural del madrileño
Barrio de las Letras. El templo, además, abre al público en las horas de misa.
-Supervisión inmaculada. Una capa de yeso cubre los nichos
casi por completo en la pared norte de la cripta. Los alumnos de la Escuela de
Restauración de Madrid se encargan de retirar el enyesado bajo la mirada de sor
María. Las monjas han impuesto que ni un solo resto exhumado abandone la
cripta.
-Cementerio masivo. Los trabajos en suelo y nichos
discurren en paralelo. Se excava toda la superficie de la cripta. La cantidad
de enterramientos más de 300 en un espacio tan pequeño y en tan poco tiempo de
1730 a 1828 sorprende a los investigadores.
-Una pista falsa. Lo primero que aparece al ir
abriendo los nichos es una madera con las iniciales 'M. C.'. ¿Miguel de
Cervantes? Resulta ser el frontal de un ataúd infantil. En las 36 sepulturas de
la pared se documentan 60 enterramientos, casi todos de niños.
-Posible Cervantes. Uno de estos cráneos puede ser de
Cervantes. Son parte del osario que las pruebas documentales relacionan con el
escritor. Hoy, los restos de los más de 300 individuos hallados en la cripta
siguen allí, en 60 cajas como estas. Los de Cervantes, aparte.
-El misterio de los niños. La mayoría de los restos de la
cripta son de menores de 4 años de distinta condición social. La mitad no
cumplió el año y el 75 por ciento sufría raquitismo. ¿Por qué? Se está
estudiando.
-Cervantes, in extremis. Quinta semana y los arqueólogos
dan por zanjado el trabajo. Se disponen a cerrarlo todo y, de pronto, ¡eureka!
A 1,35 metros surge un último enterramiento. Un osario con restos del siglo
XVII. Su análisis remite al grupo de 17 personas, Cervantes y su esposa entre
ellas, que llevan juntas desde 1630, tras ser exhumadas de la primitiva iglesia
del convento.
-Un equipo irrepetible. La búsqueda reunió a 61 expertos
en una experiencia única en la arqueología forense. La prohibición de sacar
restos del convento obligó a analizar in situ cada hallazgo. Algunos días,
hasta 30 personas trabajaron juntas en un espacio de 36 m2.
Los protagonistas
-El antropólogo forense: Francisco
Etxeberria
El director del Proyecto Cervantes ya
había intervenido en varios casos de difuntos ilustres enterrados en recintos
religiosos. Es presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, institución
responsable de más de un centenar de exhumaciones históricas y eje central del
equipo que ha buscado al escritor.
-La arqueóloga y el geofísico: Almudena
García-Rubio y Luis Avial
Almudena García-Rubio, mano derecha de
Etxeberria, ha dirigido al equipo de arqueólogos. Por su parte, el geofísico
Luis Avial junto al historiador Fernando de Prado fue quien, hace cuatro años,
lanzó la idea de buscar a Cervantes. Juntos convencieron al Ayuntamiento, a
Patrimonio, al Arzobispado y a las monjas.
-El historiador: Francisco Marín
Perellón
Este experto en Historia de Madrid se
sumergió en cinco archivos diferentes para rastrear toda la documentación
referente al convento de las Trinitarias. Su aportación ha sido determinante
para asociar el osario hallado en la cripta a los huesos de Cervantes.
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