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La verdadera historia de la novia cadáver

Detrás de uno de los boleros cubanos más internacionalmente conocidos se esconde una escalofriante historia que habla sobre cómo el amor a veces pretende incluso vencer a la muerte.
En aquellas tardes de tormenta tropical, después de la granizada, solía cantar mi abuela junto a la lámpara de petróleo: «Oye la historia que contome un día el viejo enterrador de la comarca». Zurcía en la mecedora unas guayaberas amarillentas, las que vestía mi abuelo en domingos de fiestas. Una puntada, otra puntada y otra... Pasaba la aguja con el entusiasmo de quien no quiere dejar escapar ni el menor recuerdo. Se metía en su mundo, envuelta en un silencio que todos respetaban.
Su marido hacía varios años que nos había dejado. Nunca más llevaría tales prendas. Sin embargo, en ellas mi abuela parecía leer el diario de sus vidas juntos. Y en realidad no cosía o por lo menos su intención no consistía en reparar lo material convertido inevitablemente en harapos. La aguja era una forma de expresión de quien había trabajado toda su vida. Un arma contra las trampas de la edad y la memoria. Pespuntes y dobladillos parecían inmunes a las hebras convencionales. El verdadero hilo para mantener atado aquel amasijo de imágenes brotaba de la garganta de la anciana mientras tarareaba: «Todas las noches iba al cementerio, a visitar la tumba de su hermosa y la gente murmuraba con misterio: «es un muerto escapado de la fosa».
«Bodas Negras», aquella melodía de fondo en la viudez de mi abuela ha sido una de las piezas más populares entre los exponentes del cubanísimo género bolero. Muchos la tararean en la isla desde que un pequeño aparato parlanchín llamado radio irrumpió en el éter caribeño convirtiendo a la mayor de Las Antillas en el primer país latinoamericano en contar con este avance tecnológico. Pero la canción no pasó de boca en boca solo por la capacidad de radiodifusión de masificar la cultura popular. Su letra en sí conquista incluso hoy seguidores, al tratar un tema universal: la muerte como única frontera para el amor, el más indomable de los sentimientos humanos.
Pero muchos dirán: bueno, hombre, tampoco ese bolero es la quinta esencia de la originalidad poética si habla del amor y la muerte. Es cierto. Hasta Dante se lanzó a través del mundo de ultratumba como prueba de entrega hacia su difunta Beatriz y otros con las arcillas de la ficción también habían moldeado proezas semejantes antes que él. No obstante, «Bodas Negras» cuenta tras de sí con una historia real convertida en leyenda urbana, capaz de abonar la imaginación de las personas comunes de cualquier latitud; de ahí parte del éxito de la canción, una de las más plagiadas en la historia de la música hispanoamericana.
Ingrediente mortal 
La muerte es tan natural como la vida. Así lo decimos todos de boca para fuera pero en realidad como simples mortales que somos, no bebemos ese axioma con la tranquilidad de un vaso de agua ni lo asumimos con la misma relajación que cuando repetimos la tierra es redonda o todo lo que sube, baja… En realidad, la visita de la parca deja a pocos impasibles. De ahí que el inevitable hecho de morir sea un ingrediente que atraviesa el legado humano desde las epopeyas homéricas hasta los actuales filmes de terror.
De hecho, en los últimos tiempos hasta producciones audiovisuales como Frankieweenie y La novia cadáver, animaciones del realizador Tim Burton, tratan de acercar la realidad de la muerte al imaginario de niños y adolescentes, en contraste con la práctica prevaleciente durante décadas, cuando se asumía tal proceso natural como un tema tabú frente a los menores o se envolvía en un hálito religioso, con frases como «está en el cielo», que impedía desde la perspectiva infantil una comprensión objetiva de tan triste acontecimiento, contra el cual todos en algún momento lamentablemente tendremos que chocar.
Entre las producciones de Tim Burton, La novia cadáver guarda especial relación con el tema de este artículo, al contar un triángulo amoroso entre Víctor, quien está a punto de esposar a su amada Victoria, pero por error en el bosque se casa con otra chica muerta justo en el momento en que ella esperaba su boda. La película, contextualizada en la época victoriana, está inspirada en un cuento popular ruso-judío del siglo XIX, lo que evidencia lo recurrente de esta temática, tanto en la imaginación de grandes artistas, como también en la de la gente común.
Ese ingrediente de amor y muerte que inspiró el filme de Burton y también el bolero «Bodas Negras», tiene sus fundamentos en historias reales más frecuentes de los que pensamos y clasificadas por la psicología moderna como una clase de parafilia caracterizada como la atracción sexual hacia los cadáveres, una desviación de la sexualidad, llamada necrofilia, que, por repugnante que nos parezca, ha sido documentada en disímiles culturas y sociedades en la historia de nuestra especie.
Uno de los casos más conocidos en EEUU durante el siglo pasado casualmente involucró a una joven cubana. Resulta que allá por 1930 un médico alemán, original de Dresden, llamado Carl von Cosel, conoció a Elena Milagro de Hoyos, una modelo, hija de tabaqueros de la mayor de Las Antillas asentados como inmigrantes en Florida. La chica requirió los servicios del galeno en el Hospital de la Marina en Key West, al presentar el cuadro clínico típico de la tuberculosis. Esta sería la antesala de una historia que pareció resistirse incluso a los embates de la parca.
Carl, como uno de esos tantos locos que andan sueltos por ahí, convirtió en su obsesión a la cubanita, tratando de hacer hasta lo imposible por salvarle la vida, al tiempo que le confesaba su más profundo amor. Cuentan que gastó toda su fortuna en comprar un equipo para darle descargas eléctricas como terapia. No obstante, la enfermedad de la joven tuvo el desenlace inevitable para la época. A pesar de ello, el galeno no se dio por vencido. Como síntoma de la vitalidad de su pasión, ofreció su ayuda a la familia y pagó la construcción de un enorme mausoleo, donde descansaría eternamente la difunta, o por lo menos, eso era lo que pensaron todos entonces.
Mas la ostentosa tumba no sería el lugar de reposo definitivo de Elena Milagro. El médico alemán al principio la visitaba todas las noches y se comunicaba con el interior del ataúd mediante unos dispositivos que había mandado a instalar, según contó él mismo. No obstante, al parecer esto no calmó los delirios de Carl quien terminó raptando el cadáver para esconderlo en un viejo avión que el germano tenía en el patio de su casa.
Aquí edificó su «nidito» de amor. Durante siete años de convivencia necrófila el alemán loco trató de conservar por todos los medios el cadáver de su amada: ató los huesos con alambres de piano, le aplicó métodos de momificación egipcios, intentó mejorarle su apariencia con ojos de vidrio y una peluca, le reconstruyó la cara con cera... El alemán incluso le ofrecía melodías a su novia cadáver para que durmiera tranquila todas las noches.
Sin embargo, lo que no pudo en la mente de Carl separar la muerte, fue separado por la vida. La hermana de la difunta descubrió las prácticas necrófilas del alemán y lo denunció. Paradójicamente, el galeno no solo quedó absuelto por la ley, sino que además recibió muchas muestras de apoyo de su comunidad y para colmo, ni siquiera se cuestionó su salud mental.
La historia detrás de la canción
Una historia similar a la de Carl von Cosel inspiró el bolero «Bodas Negras», con La Habana colonial como escenario.  Según cuentan, la letra de la canción se inspira en el testimonio del sacerdote venezolano Carlos Borges sobre ciertos incidentes que él mismo denominó Bodas Macabras.
A finales del siglo XIX un joven habanero llamado Francisco Camaño, poeta y colaborador de la prensa, perdió a su prometida de 18 años también como consecuencia de la tuberculosis. La chica, como el personaje de Tim Burton, fue enterrada con su traje de novia y su ramo de flores en la Necrópolis del Cementerio de Colón, en la capital cubana.
Cuentan que Francisco era tan pobre que no pudo pagar un nicho para guardar los restos de su prometida pasados los tres años desde su muerte,  por lo que, mediante artimañas, logró sacarlos del cementerio, para guardarlos en su casa hasta que llegara el momento en que ambos reposaran juntos por la eternidad. Sin embargo, fue tanto su esmero en el trato hacia la difunta que los vecinos se escandalizaron por el comportamiento del joven habanero quien levantó sospechas de necrofilia y tuvo que escapar hacia el interior del país.Después de salir a la luz pública el incidente, Julio Flores se inspiró para componer un poema que luego se convertiría en la letra del bolero «Bodas Negras», al ser musicalizado por Alberto Villalón. La pieza fue popularizada por María Teresa Vera, una de las voces de oro de la trova tradicional cubana y llegaría a convertirse en universal de la mano de otros intérpretes hispanos como Ana Gabriel, Julio Jaramillo, Gilberto Urquiza, Oscar Chávez, Fangoria...

4 comentarios:

  1. La página me sorprendió esta muy bien estructurada y me gusto toda la historia.

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  2. Muy interesante, lo veo con curiosidad y no miedo o asco son temas delicados que sin embargo no quita el hecho de ser llamativos.

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    Respuestas
    1. Ya, es que es un tema que genera sentimientos encontrados. Asco, miedo y hasta un poco de lástima por esta gente que practica esta parafilia porque ciertamente deben estar muy chiflados, en algunos casos por la pérdida del ser amado.

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