Este constituye uno de los
textos* líricos que con mayor carga poética captan la esencia identitaria
caribeña, y la de Cuba en particular, resultado del mestizaje entre lo español y
lo africano, no solo desde el punto de vista racial, sino ante todo, cultural.
La idiosincrasia, las tradiciones, las prácticas sociales cotidianas, las creencias religiosas y las expresiones artísticas traídas por los esclavos y por los conquistadores, respectivamente; dieron lugar, usando el término del etnólogo Fernando Ortiz, a un ajiaco, a una mezcla de la cual emanó una cultura diferente y original, con respecto a aquellas de las que se encuentra constituida.
La obra de Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba, reivindica en este texto el aporte negro a la cultura cubana, al tiempo que reconoce además el legado hispano. Sus poemas tienen una profunda carga social y se insertan dentro de las vanguardias poéticas latinoamericanas, por el uso innovador de recursos cercanos a la música, el habla cotidiana, las voces afrocubanas y otros elementos de la cultura popular de la isla.
La idiosincrasia, las tradiciones, las prácticas sociales cotidianas, las creencias religiosas y las expresiones artísticas traídas por los esclavos y por los conquistadores, respectivamente; dieron lugar, usando el término del etnólogo Fernando Ortiz, a un ajiaco, a una mezcla de la cual emanó una cultura diferente y original, con respecto a aquellas de las que se encuentra constituida.
La obra de Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba, reivindica en este texto el aporte negro a la cultura cubana, al tiempo que reconoce además el legado hispano. Sus poemas tienen una profunda carga social y se insertan dentro de las vanguardias poéticas latinoamericanas, por el uso innovador de recursos cercanos a la música, el habla cotidiana, las voces afrocubanas y otros elementos de la cultura popular de la isla.
A pesar de su condición de
mulato y de la discriminación de la época, durante su juventud Nicolás estuvo
en contacto con lo más selecto de la intelectualidad de la mayor de las
Antillas e, incluso, conoció a Federico García Lorca cuando este visitó La
Habana. Después de sus primeras incursiones poéticas el autor de Motivos de son y Sóngoro cosongo recibió una carta de Miguel de Unamuno que le
animaría a seguir perfeccionando su estilo. Los poemas guillenianos llegarían a
ser luego musicalizados por artistas de la talla de Ana Belén, Víctor Manuel
y Pablo Milanés.
Nicolás Guillén se sumó con
entusiasmo a la construcción de la sociedad socialista y evidencia de ello es
que desde 1961, y hasta su muerte en 1989, ocupó el cargo de presidente de la
Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, organización oficialista que
agrupa a creadores de la isla afines al castrismo. La responsabilidad del poeta
al frente de dicha organización no ha estado exento de polémicas, en tanto su
gestión coincidió con los años más turbulentos de la historia de la política
cultural cubana.
Progresivamente el gobierno de
Fidel Castro demandó el compromiso militante de los artistas e intelectuales
con la ideología oficial y en la década de los 70, conocida como el decenio
gris de la cultura cubana, se materializó la pretensión de asumir los cánones del
llamado realismo socialista, coartando aún más la libertad de creación según criticaron muchos, al
tiempo que mediante otras iniciativas se excluían del panorama artístico y
literario a creadores homosexuales o a todos aquellos que simplemente no
encajaran en el ideal de «hombre nuevo» esbozado por el Che Guevara, quienes
podían ser no solo una fuente de disidencia, sino además un ejemplo negativo
para las nuevas generaciones.
Esta política cultural
en diferentes momentos cosechó incomprensiones, exclusiones, censuras y
ostracismos contra importantes personalidades de la cultura cubana que habían
expresado su desacuerdo con el rumbo político de la isla o que sencillamente se
habían abstenido del activismo en favor de la sociedad que se proponía
edificar. Nombres como José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Dulce María Loynaz
permanecieron durante años con muy bajo perfil en la vida cultural de la nación
o desplazados de las preferencias de las editoriales. Otros como Guillermo
Cabrera Infante, Heberto Padilla, Gastón Baquero, Severo Sarduy, así como
Reinaldo Arenas, constituyen solo algunos de los integrantes una lista mucho
más extensa de creadores que prefirieron abandonar la isla para luego morir en
el exilio.
Ante tal panorama, el papel de
Guillén, presidente durante casi 30 años de una organización llamada a
representar los intereses y derechos de los artistas y escritores, ha sido
puesto en entredicho por muchos dentro de la isla, así como también desde el extranjero,
hasta el punto de que algunos no solo le acusan de indiferencia ante las
injusticias y arbitrariedades, sino además de abierta complicidad desde posiciones ideológicas vistas como extremistas u oportunistas.
Tal vez algún día la faceta
política de Guillén sea relocalizada en su justo lugar. Sin embargo, me atrevería a
afirmar que su dimensión literaria ha conquistado ya un puesto cimero, no solo
en la literatura de Cuba, sino también dentro en la poesía caribeña, al
reivindicar la herencia negra, como ingrediente insoslayable de las identidades
en esta región del mundo.
*Este poema se ha musicalizado con el tema «La comparsa» , de Ernesto Lecuoma.
*Este poema se ha musicalizado con el tema «La comparsa» , de Ernesto Lecuoma.
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