Menú

BARRA DE TRADUCCIÓN Y REDES SOCIALES

Selecciona tu lengua Siguenos en FacebookSíguenos en Twitter Siguenos en YouTubeEnglish French GermanItalian DutchRussian Portuguese JapaneseKorean

Leyenda sobre la Luz de Yara

Leyenda cubana para trabajar la comprensión lectora en el aula de ELE.
En la región oriental de la isla de Cuba hay un poblado pequeño llamado Yara cuyo pasado se disuelve entre la historia y la leyenda.
En esa zona tuvo lugar una de las primeras rebeliones indígenas de América. Los conquistadores españoles habían llegado a las islas del Caribe en busca de oro, tierras y riquezas. Los indios que durante siglos habían vivido en aquellos territorios no podían ser obstáculos para las ambiciones de los colonizadores.
Muchos indígenas fueron convertidos en esclavos mediante el sistema de encomiendas. Sin embargo, otros decidieron luchar contra los ocupantes, para defender a sus familiares y a todo aquel mundo en peligro por la colonización.
Entre los valientes hombres que se rebelaron estaba el cacique Hatuey. Cuentan que este jefe taíno había llegado a Cuba desde Quisqueya, actual República Dominicana. En esa vecina isla que hoy conocemos como La Española ya había peleado contra los españoles y luego, viajó a tierras cubanas para alertar sobre los crímenes de la conquista.
Hatuey era un hombre de músculos curtidos por la guerra. Su piel color miel con algunas cicatrices daba testimonio de sus hazañas contra las injusticias. Dicen que aquel gran cacique era como el colibrí, un pajarito caribeño que no puede vivir encerrado y que muere si se le deja en cautiverio.
En Cuba Hatuey dividió a los indios rebeldes en diferentes grupos y les ordenó atacar a los españoles por sorpresa. Sin embargo, los colonizadores tenían armas modernas y perros agresivos. Los indígenas solo contaban con lanzas, palos y piedras.
Los españoles capturaron a Hatuey y lo condenaron a morir en la hoguera. Necesitaban escarmentar a todo indio que osara rebelarse.
Cuentan que justo en el momento de ser quemado un sacerdote se acercó a Hatuey y le preguntó si quería convertirse en cristiano, para poder ir al cielo. El jefe indio le preguntó: 
«¿Los españoles también van al cielo?». Después que el cura le explicara que todos los buenos hijos de Dios iban allí, Hatuey respondió de forma radical:
«Pues yo no quiero convertirme en cristiano porque no quiero estar nunca más donde haya gente tan cruel».
Después de tal decisión las llamas devoraron poco a poco el cuerpo de Hatuey, quemado vivo en una inmensa hoguera que iluminó la noche tropical en medio de la maleza. Aunque se retorcía del dolor, no se le escuchó gritar ni lamentarse.
Cuentan que su mirada fue un desafío para sus torturadores hasta el último minuto de vida. Justo en el momento de la muerte, en el segundo en que según los creyentes el espíritu se separa de la carne, los presentes quedaron aterrorizados. Los indígenas que observaban los sucesos se arrodillaron. Los españoles se persignaron o se desmayaron. Todos vieron cómo el cuerpo quemado del cacique se convirtió en una pelota de fuego que ascendió hasta los cielos. En la profundidad de la noche caribeña la bola de candela desapareció después de iluminar los campos de Yara.
Algunos dicen que la Luz de Yara es el alma errante del cacique Hatuey. Tal fenómeno luminoso ha sido observado varias veces en esa región de Cuba durante los últimos cinco siglos. Incluso, personalidades trascendentales de la historia en esa isla afirman haber sido visitadas por tal presencia en momentos cruciales de la nación caribeña. 
Tal vez no sea casual que haya sido precisamente en Yara donde los corsarios capturaran al obispo Juan de las Cabezas Altamirano, suceso que inspiró la primera obra de la literatura cubana, Espejo de paciencia, con su consiguiente significado para la formación de la identidad nacional. Quizás no sea mera coincidencia tampoco que un hacendado criollo en Yara, Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria para los cubanos, haya iniciado las luchas contra el colonialismo, cuando en la madrugada del 10 de octubre de 1868 despertó a base de campanadas a sus esclavos del ingenio La Demajagua, para invitarlos a alzarse en pie de guerra contra la metrópolis española.
No hay explicación científica para la Luz de Yara que sorprende a los arrieros y transeúntes en esa zona oriental de la isla de Cuba. Muchos prefieren, por tanto, interpretarla en clave poética: el espíritu del primer rebelde de América vuelve periódicamente para recordar a los cubanos que su muerte no fue en vano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya que has llegado hasta aquí, BP agradecería tus comentarios y sugerencias.