Hace unos días estuve viendo una serie de la Televisión Española,
ente público que tiene como parte de su objeto social, el de elevar el orgullo
nacional de los ciudadanos del país ibérico en torno a su historia. Hasta ahí,
todo bien. Comprensible. En casi todos los países los medios estatales cumplen funciones
similares.
Mi indignación llegaría cuando veo que el programa en cuestión
intenta justificar, en pleno siglo XXI, la conquista de América y con ello, los
errores, así como los horrores cometidos por los conquistadores ibéricos,
presentando a estos como héroes y a los pueblos originarios americanos como atrasados
caníbales. La perspectiva mostrada por los realizadores de aquel audiovisual va
contra la tendencia que, en los últimos tiempos bajo la influencia de los
estudios postcoloniales, ha generado una conciencia crítica frente al
sometimiento de los pueblos de América, África y Asia, por las potencias del
Viejo Mundo en siglos anteriores.
En España, no. En la nación ibérica, un paso por detrás en
casi todo con respecto a sus vecinas europeas, se siguen escribiendo odas a los
colonizadores, cuando en otros sitios se derriban estatuas y quitan nombres a
las calles. Pero lo que me pareció peor en la serie televisiva antes referida
fue que siguieran usando el canibalismo como pretexto para ennoblecer la labor «civilizadora»
desarrollada por los castellanos al otro lado del charco. En aquel episodio de
la serie El ministerio del tiempo, las referencias a la antropofagia
entre los pueblos prehispánicos fue la imagen predominante, además de mostrar a
los indígenas de la Península de Yucatán con un atraso tal que parecían
incapaces hasta de organizarse y autogobernarse por sí mismos.
Resulta lamentable que exista en nuestros días televisiones
públicas que necesiten promover tópicos y estereotipos históricos para elevar
el chauvinismo nacional, como antídoto a los desafíos colectivos que padecen sus
audiencias en los tiempos actuales. Alimento para la ignorancia el mostrar
verdades a medias y visiones sesgadas desde perspectivas eurocéntricas que
desde hace décadas han sido sometidas a crítica en el mundo intelectual y los sistemas
educativos más avanzados.
Lo esperanzador está en que, mientras la televisión pública
española sigue envileciendo a sus espectadores con episodios sobre las viejas
glorias de su imperio carcomido por la memoria histórica, el quehacer
científico continúa arrojando luz sobre los pueblos americanos, muchos de los
cuales ni siquiera se conocían bien porque fueron exterminados por los
europeos.
Hoy los estudios prehispánicos cuentan con un gran
prestigio en las principales universidades del planeta y han alentado
importantes descubrimientos. La arqueología y la antropología siguen aportando
conocimientos sobre civilizaciones como la de Caral, entre las más antiguas del
planeta o sobre el alcance del Imperio Azteca, el que fundó ciudades que hacían
palidecer a las villas más importantes de aquella Europa medieval y oscura,
donde la persecución y martirio de brujas y herejes eran más comunes como el
canibalismo al que quieren reducir a los pueblos americanos. Entre todas esas
grandes culturas precolombinas la maya -asentada justo en el escenario recreado
por la mencionada serie española- no
dejará sorprender a los investigadores en las próximas centurias por su nivel
de sofisticación.
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