Menú

BARRA DE TRADUCCIÓN Y REDES SOCIALES

Selecciona tu lengua Siguenos en FacebookSíguenos en Twitter Siguenos en YouTubeEnglish French GermanItalian DutchRussian Portuguese JapaneseKorean

🎸🤘🎼🎵Pentagramas del mundo hispano: María Dolores Pradera, la voz de las dos orillas

La cantante y actriz española María Dolores Pradera desarrolló una exitosa carrera interpretando obras musicales que constituyen verdaderos puentes culturales entre los países hispanos. Aquí te ofrecemos, entre otras cosas, un homenaje que organizara el Instituto Cervantes, años antes del fallecimiento de esta artista en 2018.
Cuando uno es muy joven pretende casi siempre subirse a los hombros de su propia edad para cartografiar el mundo. Lo que parezca demasiado antiguo, lejano, con frecuencia resulta desestimado frente a la nariz empinada del cartógrafo imberbe. Todo lo que no se adecua a la moda de nuestro propio tiempo, desde la ignorancia irreverente de los años que nos acompañan, parece estar condenado a la subestimación. 
Esa arrogancia de la juventud constituye su gran paradoja, en tanto impulsa a las nuevas generaciones a querer comerse el mundo, pero casi siempre de forma ciega y torpe, torpeza que, con su propensión a la prueba y el error, representa, sin embargo, la principal fuente del progreso. Solo la madurez nos salva de ello… o nos condena.
Mi condena estuvo en descubrir, tan solo a los treinta y tantos, la obra de María Dolores Pradera. Digo condena porque desde mi hallazgo no he podido zafarme de su música, la que arrastro como placentero grillete donde quiera que voy.
Confieso que aquella señora mayor nunca me había llamado demasiado la atención. Conocía su nombre. Sabía que era española y alguna que otra vez había escuchado de paso su voz, en los tiempos en que uno todavía cambiaba el dial, en espera de que alguna emisora de radio te alegrara la jornada.
Pero mucho debió evolucionar la tecnología para que un día encontrara en YouTube una de las grandes interpretaciones de María Dolores y aprendiera a apreciar su virtuosismo. Como reza el refrán nunca es tarde si la dicha es buena. Y lo mejor fue que llegué a la cantante española, justo de la mano de otro de los descubrimientos de mi madurez musical: el de la gran peruana Chabuca Granda.
Fue en una época en que me dio por reproducir cuanta versión de «La flor de la canela» circulaba por las redes. Entre aquellas innumerables interpretaciones, la voz de María Dolores aportaba matices únicos a una canción internacionalmente popular, considerada el himno de Lima. ¿Cómo una intérprete ibérica, sin renunciar al acento peninsular, podía aportarle tanto poder evocador a un tema cargado de criollismo, como la composición de Chabuca que mejor recrea el espíritu del limeño?  
Al seguir indagando en la trayectoria de María Pradera lo comprendí. Escucharla cantando otros temas latinoamericanos dejó al descubierto la autenticidad de su apego a la fuente nutricia que alimenta las culturas de los países hispanos y que nos acerca en el ADN de nuestras identidades, por muy diferentes que seamos.
Esa larga historia de contactos interculturales entre los pueblos de habla castellana nutrió a Pradera desde la placenta. El padre de la cantante fue nada menos que uno de los tantos asturianos que durante la primera mitad del siglo XX zarparon a tierras americanas, tras el sueño universal de todo migrante en cualquier época. En Chile la cantante fue engendrada, y según su propio testimonio, su madre viajó hasta Madrid para que ella naciera en tierra española. Sin embargo, su padre murió en Sudamérica y ella creció huérfana, posiblemente con esa dualidad de patrias que se siente cuando has enterrado a uno de los tuyos en tierras distantes.
Tal sentimiento resulta perceptible al escuchar el repertorio de María Dolores, evidentemente seleccionado con el olfato de alguien que logró entender cuán unidos están los pueblos cuando pueden cantar en una misma lengua sus pasiones y desengaños, las alegrías de la simple vida cotidiana y la trascendencia de los anhelos colectivos.
Habaneras, tonadillas, boleros, tonderos, sones; los formatos y géneros son simples envoltorios cuando una cantante genuina ha logrado comprender los sentimientos compartidos entre gentes de diversas tierras, conectadas por el cordón umbilical de los orígenes.
María Dolores tiene el mérito de haber popularizado, en la España de escasas presunciones y una sola televisión dicromática, las canciones de ida y vuelta. Logró armar vinilos y recitales con temas musicales, por entonces olvidados o relegados, entre los tarareos de gallegos, vascos y canarios que marchaban «a hacer las Américas».
De igual forma, el repertorio de la intérprete se nutrió con obras traídas por muchos de esos mismos migrantes, convertidos ya en indianos, cuando al volver a pisar la Madre Patria, junto a la abundante o nula fortuna conseguida, cargaban desde el otro lado del charco con los cancioneros populares, antídotos contra la nostalgia provocada por la lejanía de las tierras americanas que un día les acogiera: Argentina, Cuba, México, Chile, Perú, Venezuela, Puerto Rico, Colombia…
Esas canciones que iban y venían entre las olas, transformándose en creaciones colectivas con autorías disueltas en la tradición oral de pueblos hermanos, contribuyeron a preservar los nexos identitarios entre las naciones hispanas. Tomando en cuenta lo anterior, la música de Dolores Pradera constituyó un vaso comunicante entre el folclore de España e Hispanoamérica, en un momento tan importante como mediados del siglo XX, cuando el ascenso de los medios de comunicación exigía que gente como la referida cantante garantizaran la supervivencia del patrimonio sonoro compartido, ante la irrupción de modas foráneas, en el entonces todavía incipiente mundo globalizado.
A diferencia de muchos decadentes cantantes de rapiña en tiempos de mercado globalizador, Pradera no iba a Hispanoamérica mazo en mano, a la caza del siempre revitalizante acervo musical latinoamericano. Su brújula no respondía a la vorágine de las disqueras ni a las listas de éxito, como sucede en la actualidad, sino a su afán por promover lo mejor de un patrimonio que María Dolores logró comprender en esencia y hacer suyo.
Pradera pudo haberse dedicado íntegramente al teatro, otra de sus grandes pasiones. De igual forma, hubiera podido hacer tal vez más cine, pues de talento iba sobrada y, además, en un medio donde las influencias son tan importantes, ella se supone que contó con la cercanía del actor hispano-peruano Fernando Fernán Gómez, hombre célebre no solo por su talento, sino además por su temperamento, el que también alcanzó una exitosa carrera como guionista y director de filmes de la talla de «El viaje a ninguna parte». Con este realizador, María Dolores, conocida a lo largo de toda su vida por la dulzura de su carácter, permaneció casada doce años, en un matrimonio que dio como frutos a sus dos hijos. Más allá de múltiples dones y oportunidades, la artista optó por cultivar casi hasta el final, como necesidad del cuerpo y del alma, la vocación folclorista de su canto.
Por todo lo aquí expuesto, más que merecido el homenaje que en 2011 organizara el Instituto Cervantes a esta cantante iberoamericana. Al encuentro asistieron numerosas personalidades de la cultura de España y Latinoamérica quienes conocieron muy de cerca a María Dolores.
Pude ver el siguiente vídeo después de haberme decidido a escribir estas líneas. Me dio un poco de cosa entender que ya aquí se habían dicho y repetido varias de las ideas que yo tenía preconcebidas para mi crónica. Me sentí como quien descubre la rueda al perder una primicia que no era tal. Sin embargo, me satisface pensar que mis impresiones coincidían con los puntos de vista de quienes verdaderamente conocieron a la artista. La concordancia entre tantas opiniones no hace más que corroborar la autenticidad sobre aspectos relevantes en la carrera de esta señora, novia de las mareas, diva del arraigo ancestral entre las dos orillas del mundo hispano. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya que has llegado hasta aquí, BP agradecería tus comentarios y sugerencias.