Como tantos ejemplos de
sincretismo religioso en las culturas latinoamericanas, la fiesta de la Guelaguetza
pone de manifiesto la vitalidad de la tradiciones mexicanas.
La celebración tiene
lugar cada año en el mes de julio en la ciudad de Oaxaca de Juárez, México.
Presenta un carácter popular, festivo y religioso, en tanto muchas de sus actividades
se encuentran dirigidas a venerar a la Virgen del Carmen, cuyo día en el santoral
católico es el 16 de julio, precisamente en el marco de los festejos de la Guelaguetza, palabra que en lengua zapoteca quiere decir algo así como ayuda mutua, cooperar, compartir. Esta
fiesta popular no estuvo vinculada originalmente con los dioses traídos por los
europeos, sino con un tipo de celebración existente en época precolombina entre los zapotecos y mixtecos, antiguos habitantes del México actual.
En la época colonial al
festejo se le incluyó la procesión y una especie de carnaval
con diferentes actividades callejeras. Muchas prácticas tradicionales han
sobrevivido a lo largo de las diferentes etapas de la historia mexicana.
Entre las actividades
más populares en las ediciones actuales del Guelaguetza se encuentra la
elección de la Diosa Centeótl o «diosa-energía del maíz». Pero lo más interesante
es que este no es un certamen de belleza al uso, sino que pueden competir
hombres y mujeres en igualdad de condiciones. La cosmogonía mexica no distinguía
entre sexos, por lo que el Dios Centeótl, es considerado un ser dual, hombre-mujer.
Dicha divinidad era adorada por aquí entre los indígenas, antes que los conquistadores la
sustituyeran por la Virgen del Carmen.
En el certamen para
elegir a Centeótl no se mide la belleza ni el talento, sino las habilidades del
concursante para desenvolverse en las siguientes actividades, muy relacionadas
con las labores que han dado vida al pueblo oaxaqueño desde antes de la llegada
de Colón: gastronomía típica, artesanías, organización de fiestas
tradicionales, dominios de costumbres y leyendas ancestrales. Los participantes
deben ir vestidos con los trajes folclóricos de sus respectivas regiones. De esta
forma, la Guelaguetza inunda las calles de colores, para celebrar el orgullo por la pervivencia de la tradición, en un México que no renuncia a su patrimonio
milenario.
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