Los procesos de fabricación de la cerámica de estilo
talaverano, enriquecida tanto con contribuciones mexicanas como españolas,
obtuvo el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad, digno tributo a los vínculos históricos entre España e
Hispanoamérica.
El expediente No. 01462 con la candidatura de la cerámica
de estilo talaverano fue presentado de forma conjunta por las comunidades de
Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo, en España, así como por Puebla y
Tlaxcala, en México, regiones de diferentes lados del Atlántico donde esta clase de
artesanía posee un vínculo indisoluble con las identidades locales.
El documento ya mencionado destaca también cómo este tipo de cerámica en México y España, a pesar de los avances técnicos introducidos en su producción, continúa respetando pautas de fabricación comunes en ambos países, las que le aportan continuidad al estilo desarrollado en la Península Ibérica durante la Edad Media, si bien, como reconoce el propio expediente 01462 de la UNESCO, en realidad los orígenes de esta clase de manufacturas deben ser rastreados en la tradición islámica, primero llevada por los árabes a Egipto, Persia y Marruecos, para luego pasar a la Hispania del Al-Ándalus, durante la dominación musulmana.
El documento ya mencionado destaca también cómo este tipo de cerámica en México y España, a pesar de los avances técnicos introducidos en su producción, continúa respetando pautas de fabricación comunes en ambos países, las que le aportan continuidad al estilo desarrollado en la Península Ibérica durante la Edad Media, si bien, como reconoce el propio expediente 01462 de la UNESCO, en realidad los orígenes de esta clase de manufacturas deben ser rastreados en la tradición islámica, primero llevada por los árabes a Egipto, Persia y Marruecos, para luego pasar a la Hispania del Al-Ándalus, durante la dominación musulmana.
En el siglo XVI los españoles llevan la técnica talaverana
a lo que es hoy territorio mexicano, pero en la zona de Cacaxtla-Xochitecatl,
al sur del actual estado de Tlaxcala, existen evidencias arqueológicas de una
fuerte y sofisticada actividad ceramista, por lo menos desde el 600 DC, según excavaciones
desarrolladas durante dos décadas por la investigadora Maricarmen Serra Puche, de
acuerdo con lo publicado por el Sol de México.
Se asume por tanto que en México la introducción europea
de la cerámica talaverana no hizo más que aportar un nuevo estilo a procesos
artesanales de enorme arraigo precolombino y de esta manera, la fabricación de
dichas artesanías procedentes de la tradición árabe, quedó enriquecida en el
Nuevo Mundo con procesos productivos característicos de aquella parte del planeta,
lo que a su vez alargó mucho más la evolución de esta manufactura a través de
diferentes culturas y pueblos con el transcurso de los siglos, una de las
principales consideraciones de la UNESCO al aprobar la candidatura para la
lista del Patrimonio Cultural Inmaterial.
La UNESCO destaca también la singularidad de cada una de
las piezas resultantes de esta clase de labor artesanal, fruto tanto en México
como en España, de la transmisión de experiencias y conocimientos de generación
en generación, en familias que a lo largo de centurias han alcanzado un gran
nivel de especialización en su trabajo.
En España el municipio toledano de Talavera de la Reina,
el que le da nombre al estilo, resulta comúnmente el territorio más asociado
con esta clase de cerámica que con el paso del tiempo ha sido catalogada
tomando en cuenta una gran variedad de motivos y series. La loza talaverana
cuenta como parte de su valor inmaterial el haber sido referida por los grandes
maestros de la literatura del Siglo de Oro (Cervantes, Lope de Vega y Tirso Molina),
así como también por aparecer recreada en varios cuadros de la pintura barroca
española.
A pesar de sus períodos de esplendor la cerámica talaverana
producida en España cayó en franca decadencia durante el siglo XIX, situación
similar a lo ocurrido en México, con una disminución considerable del número de
talleres después de la guerra de independencia, aunque ya para finales de dicha
centuria se aprecia el esfuerzo de artesanos y coleccionistas mexicanos por
rescatar una práctica artesanal, entonces desde hacía tiempo considerada
auténticamente nacional.
En tal sentido merece especial referencia Enrique Luis
Ventosa, un catalán que, al llegar a Puebla, México, en 1897 quedó sorprendido
con el desarrollo de la artesanía talaverana como expresión del arte popular
mexicano, lo que le motivó a escribir artículos y a experimentar en el decorado
de esta clase de obras, combinando motivos precolombinos con otros del art Nouveau,
unido a las influencias islámicas, chinas, españolas.
Con el reconocimiento de la cerámica de estilo talaverano
la UNESCO no solo premia la preservación de una práctica cultural que une a los
pueblos hispanos de ambos lados del Atlántico, sino también a un proceso creativo
que evidencia la forma en que el progreso humano ha quedado sustentado en el
intercambio de conocimientos, técnicas y experiencias en diferentes épocas, sobre
la base de la inspiración y la creatividad.
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