Aquí podrás
encontrar información sobre un programa de becas que ofrece Alemania a jóvenes de
Latinoamérica, expresión de la influencia que varios países se han propuesto
ejercer sobre la región, desde los medios masivos internacionales.
Diplomacia
blanda. Así llaman en el campo de las relaciones internacionales al empleo de
la cultura, los valores, la lengua y la exportación de estilos de vida, como
herramientas para ejercer influencia sobre otros pueblos, antesala para viabilizar
intercambios económicos, así como alianzas en el terreno político. Desde hace
mucho tiempo, resulta harto conocido que dicha especie de seducción transfronteriza
puede ser más eficaz que las invasiones y los concilios, por lo que no son pocos
los países que en el mundo asumen -no como un gasto sino como una inversión- esta
arista de su proyección internacional.
Los medios
masivos en la era de la información representan otro de los más poderosos
instrumentos de esta clase de diplomacia sutil. Consciente de ello, el Internationale
Journalisten-Programme, organización sin fines de lucro patrocinada con fondos
públicos alemanes, potencia desde 1981 la formación de jóvenes periodistas.
Este año la entidad lanzó ya una nueva edición de su plan de becas para egresados
en Periodismo de algunas regiones del mundo, entre quienes se alienta a
participar a los latinoamericanos.
El programa
de becas anima a postularse a jóvenes alemanes entre 25 y 38 años, interesados
en realizar estancias en corresponsalías latinoamericanas, con un equipo
editorial de apoyo en el país seleccionado. Entre las naciones más solicitadas
para desarrollar esta especie de prácticas se encuentran Brasil, Argentina y
México, aunque se puede optar por otros destinos de América del Sur y Central,
incluyendo Cuba. La misión de los corresponsales seleccionados para este
programa consiste en profundizar sobre las realidades de los países de acogida,
para potenciar el interés hacia ellos, en los diferentes medios de Alemania.
La diplomacia
blanda en el campo del periodismo y la comunicación masiva desde hace décadas
sitúa a la gigantesca audiencia latinoamericana en el lente de cámaras y titulares
periodísticos. La propia Alemania cuenta con una versión en español de su canal
público internacional (DW), el que, a pesar de ser financiado por el país que
capitanea la UE, no solo tiene a los hispanohablantes ibéricos como público
potencial, sino que ostenta mayor proyección americanista que la propia TVE en
su emisión global, la cual más bien se parece al aldeano vanidoso que mira exclusivamente
sus propios calcañares, tocando de soslayo -casi únicamente en los telediarios-
la realidad de Latinoamérica.
Sin embargo,
en España, la antigua metrópoli y matriz cultural de Hispanoamérica, los
contenidos que reflejan la vida de los latinoamericanos, pueblos hermanos en
lengua y tradiciones, más bien resultan breves, poco frecuentes y estereotipados:
violencia, miseria, atraso… Cada vez resulta más común, en la cuna de la lengua
castellana, escuchar que desde la tele llaman sudamericanos a la gente de México,
El Salvador o Puerto Rico, evidencia del total descuido por expresar, junto al
gentilicio certero, el componente identitario que la palabra encierra. Hasta la
Telesur, de Nicolás Maduro, desde su perspectiva ideológica, ofrece una mayor
visibilidad a los pueblos hispanos del hemisferio occidental, sus valores
culturales y tradiciones.
Desde esta
perspectiva, muchos lamentan aún la pérdida de los festivales de la OTI, por no
haber encontrado fórmulas económicas más rentables que garantizaran la
supervivencia del único espacio televisivo que permitía reencontrar a todo el
público castellanohablante del mundo, frente a la pequeña pantalla. No me imagino
que los británicos -otros campeones históricos en diplomacia blanda- un día
renunciaran a sus Commonwealth Games, por razones de presupuesto. Decidle a un francés que la Organización Internacional de la Francofonía despilfarra sus impuestos en eventos para promover su cultura
y verás cómo reacciona. Tal vez por eso, Londres siempre estará más al norte,
mientras Madrid quedará por debajo y París, más hacia el interior del continente europeo.
España sigue
y seguirá más desenchufada de lo que debiera con respecto a ese mundo que ayudó
a forjar. Probablemente por eso, cuando un latino de Ecuador, Costa Rica o Chile
apunta con el control remoto del televisor, las antenas viran la cara hacia Hollywood, Miami,
Nueva York e, incluso ahora, hacia París o Berlín. Así, pareciera que España
jamás volverá a ser capital y fuente de estilos, pensamientos y modas, como en
tiempos ya lejanos, cuando se le daba mejor exportar lo suyo plus ultra.
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