La mansión de los Loynaz en La Habana recibía durante la primera mitad del siglo XX a cuanta personalidad de cultura llegaba a la capital cubana y picara a la puerta. El autor de Bodas de sangre y Yerma no fue la excepción.
Federico García Lorca se presentó sin avisar en la casa de una familia de patricios habaneros descendientes del general Enrique Loynaz del Castillo, luchador por la independencia de Cuba. La hija de este patriota, la poetisa Dulce María Loynaz, quien en 1992 recibiera el Premio Cervantes de Literatura, cuenta la espontaneidad que caracterizaba al escritor granadino integrante de la Generación del 27.
«Era exactamente como
es su poesía, exactamente, o quizás mejor. Como ser humano era inolvidable
(...) Además era muy indisciplinado. Era una criatura que no tenía idea de la
hora. No tenía idea de cómo saludar o de cómo irse o cómo marcharse. Era como
una especie de Gabriela Mistral, pero con mucha simpatía». Así la escritora cubana recuerda su amistad con Lorca...
Federico García Lorca se presentó sin avisar en la casa de una familia de patricios habaneros descendientes del general Enrique Loynaz del Castillo, luchador por la independencia de Cuba. La hija de este patriota, la poetisa Dulce María Loynaz, quien en 1992 recibiera el Premio Cervantes de Literatura, cuenta la espontaneidad que caracterizaba al escritor granadino integrante de la Generación del 27.
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