Los nombres de los productos agrícolas
son un ejemplo de la variedad léxica del español.
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La variedad de nombres que en los países hispanos usamos para llamar a las verduras, frutas y tubérculos; un buen pretexto para reflexionar sobre la unidad, dentro de la diversidad, en el idioma español.
La primera vez que fui a una frutería
en Argentina no me delató el acento extranjero porque ese traté de esconderlo
bien. Me descubrieron porque pedí «tres aguacates», cuando en la tierra de los
gauchos a ese fruto le llaman palta. La situación fue divertidísima: de
inmediato todos me miraron con cara de «¡ajá, te descubrí!». En ese momento me
di cuenta de lo entretenido de aprender el léxico relativo a las variedades geográficas
del español, una lengua compartida por más 590 millones de nativos de 21 países.
¿Qué si nos cuesta entendernos entre nosotros? Hombre, decirlo así suena inexacto.
Siempre he creído, por mi profesión,
que debo viajar más por el mundo hispano, cuyos geniales sitios no han estado entre
mis destinos más frecuentes, debo admitir. Sin embargo, he visitado Perú,
Colombia, Panamá y Chile. También he vivido en España, Cuba y Argentina.
Además, he conversado con personas de todos los países castellanoparlantes del
mundo «mundial», desde argentinos de la Patagonia, pasando por bolivianos de
Los Andes, mexicanos de Chiapas o panameños del Darién. Por todo eso, si
alguien me dijera que tenemos problemas para comunicarnos entre nosotros, yo le
diría que a su apreciación le faltan algunas horas de vuelo.
Una cosa es lograr la comunicación con
alguien que tenga como lengua madre el castellano, aunque use diferente dialecto,
pero otra muy distinta consiste en ir por el mundo de aldeano vanidoso aspirando
a que todos los nativos del español hablen exactamente igual a ti, porque crees
erróneamente que la norma de tu país, en una lengua policéntrica como la
nuestra, es la única auténtica y que, por tanto, las demás personas simplemente
no saben hablar correctamente. Mucho de colonialismo cultural hay en ese esquema
de pensamiento.
En estos tiempos todo el mundo sabe
que la comunicación va más allá de si usamos diferentes sustantivos para denominar
a un mismo componente de la realidad o de si variamos determinados sonidos en
nuestra pronunciación porque somos de aquí o de allá. Comunicar representa un
proceso mucho más amplio y complejo, en el que se incluyen estrategias como la
reformulación del discurso, las autocorrecciones, la acomodación a una
intencionalidad, el apoyo en el contexto para orientarnos, las reiteraciones, el
ajustar el tipo de registro y norma e, incluso, el empleo de códigos
extraverbales con el fin de reforzar el mensaje.
Muy raro encontrar a un adulto,
en pleno uso de sus facultades, que no pueda utilizar los anteriores recursos
para comunicarse con otras personas en su misma lengua, aunque pertenezcan a
diferentes variedades diatópicas. Cuando no se entiende algo resulta lógico en un comunicador asertivo simplemente de apelar a tales estrategias, cuyo dominio dice mucho sobre
las habilidades comunicativas de cualquier individuo más allá de si se controla
al dedillo el estándar de un sitio u otro. Se trata de competencias generales
que cada cual debiera aspirar a desarrollar.
Además de lo anterior, mientras mejor pueda comunicarse alguien con castellanohablantes de otras regiones geográficas, mayores evidencias ofrecerá sobre su nivel conocimiento e información general porque en una era globalizada como la nuestra, ¿quién no sabe por la televisión o el cine que en el lenguaje coloquial de España se dice «tío», mientras que en el de México «güey»? Debido a ello, a mí como al director de la película, me pareció embrutecedor, además de irrespetuoso, que la película Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, fuera proyectada con subtítulos en su versión para las salas españolas de cine.
Además de lo anterior, mientras mejor pueda comunicarse alguien con castellanohablantes de otras regiones geográficas, mayores evidencias ofrecerá sobre su nivel conocimiento e información general porque en una era globalizada como la nuestra, ¿quién no sabe por la televisión o el cine que en el lenguaje coloquial de España se dice «tío», mientras que en el de México «güey»? Debido a ello, a mí como al director de la película, me pareció embrutecedor, además de irrespetuoso, que la película Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, fuera proyectada con subtítulos en su versión para las salas españolas de cine.
Por mi experiencia personal puedo decir
que las diferencias geográficas del español, lejos de afectar la comunicación,
constituyen fuentes de identidad y hasta resultan divertidas para los nativos
de nuestra lengua a la hora de comunicarnos. La diferencia entre los dialectos del
castellano no afecta tanto la comunicación, como sí lo hacen los sociolectos, o
sea, la forma en es usada cierta lengua en determinados sectores sociales, marcados
por el nivel de educación, clase, procedencia… Obviamente a las personas con
menor nivel de instrucción les costará más ajustarse a un uso normativo de la
lengua y satisfacer la demanda comunicativa de un interlocutor de un área geográfica
distinta. Pero esta diferencia puede encontrarse igual forma al interior de la
sociedad peruana, andaluza, caraqueña, argentina, madrileña...
Por supuesto, que no podemos
aprender con precisión cómo se habla el español de cada sitio. Eso nos robaría
más de una vida. Lo más importante es dominar, además del dialecto propio de donde
nos desenvolvemos, tener un buen control de determinada lengua estándar, además
de desarrollar las estrategias comunicativas referidas arribas, para cuando
debamos movernos de un ámbito a otro del mundo hispano, todo ello sin dejar de potenciar
nuestro conocimiento sobre el otro, como parte del necesario espíritu
intercultural que inunda casi cualquier latitud en nuestros tiempos, gústenos o
no. Ese es el consejo que doy también a los aprendices de ELE.
De todas formas, si vas a alguna
frutería y quieres pasar desapercibido en algún país hispano, toma en cuenta
las siguientes listas de verduras, tubérculos y frutas para que no te pase lo
mismo que a mí en la Argentina.
La variedad de nombres que en los
países hispanos usamos para llamar a las verduras, frutas y tubérculos es
simplemente un pretexto para reflexionar sobre la unidad, dentro de la
diversidad, en el idioma español.
remolacha (España), betabel (México), remolacha (Argentina), betarraga (Chile), betarraga (Perú), remolacha (Venezuela), remolacha (Colombia), remolacha ( Uruguay ), remolacha (Cuba).
- remolacha
remolacha (España), betabel (México), remolacha (Argentina), betarraga (Chile), betarraga (Perú), remolacha (Venezuela), remolacha (Colombia), remolacha ( Uruguay ), remolacha (Cuba).
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- aguacate
palta (Argentina), palta (Chile), palta
(Perú), aguacate (Venezuela), aguacate (Colombia), palta (Uruguay), aguacate (Guatemala),
aguacate (España), aguacate (México), aguacate (Cuba).
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- plátano
banana (Argentina), banana (Chile), plátano
(Perú), plátano (España), plátano o guineo (México), platanito de fruta (occidente de Cuba),
guineo (oriente de Cuba), cambur (Venezuela), guineo (Ecuador), banano (Colombia),
banano (Guatemala).
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- alcachofa
alcaucil (Argentina), alcachofa (Perú),
alcachofa (Colombia), alcachofa (España), alcachofa (México), alcachofa (Venezuela).
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- patata
papa (Cuba), papa (México), papa (Argentina),
papa (Chile), papa (Perú), papa (Venezuela), papa (Colombia), papa (Uruguay), papa
(Ecuador), patata (España)
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- judías
porotos (Argentina), porotos (Chile),
frejol o frijol (Perú ), caraotas (Venezuela), frijoles (Colombia), alubias o judías
( España y en Asturias: fabas), frijoles (México), frijol (Cuba)
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- maíz
choclo (Chile), choclo (Perú), maíz
(Venezuela), maiz o choclo (Colombia), choclo (Argentina), maíz (España), maíz (México
), maíz (Cuba)
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- judías verdes
chauchas (Argentina), porotos Verdes
(Chile), vainitas (Perú), vainitas (Venezuela), habichuelas (Colombia), vainitas
(Ecuador), judías Verdes (España), ejotes (México), habichuelas (Cuba)
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camote (Perú), patata (Venezuela), batata
o papa dulce (Colombia), boniato (Cuba), boniato (España), camote morado (México),
batata (Argentina)
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- jengibre
jengibre (Argentina), kión (Perú),
jengibre (Venezuela), jengibre (Colombia), jengibre (España), jengibre
(México), jengibre (Argentina)
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- guisantes
chicharos (México), arvejas (Chile),
arvejas (Argentina), guisantes (España), arvejas o alverjas (Perú) . En Cuba,
si el grano está seco se llaman chícharo, pero si aún está verde se llama petipúas (del francés petit pois).
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- fresa
frutilla (Chile), fresa (Perú), fresa
(España), fresa (Venezuela), fresa (México), fresa (Cuba), fresa (Colombia), frutilla
(Uruguay), frutilla (Argentina)
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- calabacín
guicoy (Guatemala), zapallito o zucchini (Argentina), calabacín o zucchini (Colombia), calabacita (México), zapallo Italiano (Chile), zapallito o zucchini (Perú), zucchini o zuquini (Venezuela), calabacín (España)
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- calabaza
zapallo (Argentina), auyama (Venezuela),
zapallo (Chile), calabaza (Perú), calabaza (Cuba), calabaza o ahuyama (Colombia),
ayote (Guatemala), calabaza (España)
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- yuca
mandioca (Argentina), mandioca (Paraguay),
yuca o mandioca (Uruguay), yuca (Perú), yuca (Cuba), yuca (Colombia), yuca
(Chile), yuca (España), yuca o guacamote (México), macacheira (Brasil)
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- papaya
mamón o papaya (Argentina), mamón (Paraguay),
papaya (Uruguay), papaya (Perú), papaya (Colombia), papaya (Chile), papaya (Puerto
Rico), frutabomba (región occidental de Cuba), papaya (región oriental de Cuba),
papaya (México), papayón,
olocotón, papayo (Canarias), lechosa (República Dominicana), lechoza (Venezuela),
papaya (España)
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- piña
ananás (Argentina), piña (Paraguay, aunque se alterna con naná del guaraní), ananás (Uruguay), piña
(Cuba), piña (Colombia), piña (España), piña (México, aunque en zonas con base náhuatl se escucha también matzahtli), achupalla o piña (en
determinadas zonas de Ecuador, Chile y Perú), piña (Puerto Rico)
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