Hace unos días falleció Alicia Alonso y en un par de horas
la información surcó el mundo. En casi todos los idiomas y de un lado al otro del
globo. Me di a la tarea de rastrear el acontecimiento en Internet.
Los principales medios hacían eco del hecho, sin dudas uno de los más trascendentales de la cultura en este 2019. La agencia china Xinhua, NHK (televisión pública japonesa), DW (Alemania), Russia Today, France 24, Euronews, BBC, CNN, EFE (España), Telesur (Venezuela), New York Times, Washington Post, ABC News…
Los principales medios hacían eco del hecho, sin dudas uno de los más trascendentales de la cultura en este 2019. La agencia china Xinhua, NHK (televisión pública japonesa), DW (Alemania), Russia Today, France 24, Euronews, BBC, CNN, EFE (España), Telesur (Venezuela), New York Times, Washington Post, ABC News…
«Fallece Alicia Alonso»; con títulos por el estilo publicaban
la información. Así, sin mucha explicación. No hacía falta más. Independientemente
de la distancia geográfica y cultural, como ocurrió también en vida cuando se
hablaba de la bailarina cubana, el reportero no veía la necesidad de profundizar
mucho en el titular, salvo para exaltar el legado de la artista. El reconocimiento masivo, el referente compartido sobre la figura fallecida, se daban por sentados de antemano en cualquier audiencia promedio.
Lo anterior simplemente corrobora que Alicia se encontraba
en esa dimensión llamada universalidad que los seres humanos reservamos para
los más selectos entre nuestros congéneres. El fin de su existencia simplemente
debe ser tomado como el cabriole definitivo a la gloria.
Para las personas comunes de la mayor de las Antillas,
incluso entre aquellas menos ilustradas, la fundadora de la emblemática Escuela
Cubana de Ballet, con su genuino sello latino, es tan conocida como lo son José
Martí o la Virgen de la Caridad del Cobre. Aunque no se conozca qué es un arasbesque
o un battement la gente tiene a Alicia como una gloria nacional, orgullo
de cubanía. Y no es extraño escuchar en la calle cualquier comparación con la
diva para referir a alguien que destaque por su forma de bailar,
independientemente del estilo en el que sobresalga: salsa, pop, rumba...
Se ha señalado de Alicia su posicionamiento en el lado incorrecto de la historia, de parte de una ideología que durante décadas ha paralizado el progreso de su pueblo.No faltaron ni siquiera los insultos de quienes la llamaron bruja tirana, vampiresa del poder y oportunista autoritaria que cambió a la casaca del castrismo, después haber recibido los aplausos del batistato. Hasta vestida de miliciana bailó una vez, dijeron algunos, olvidando incluso que la postura de la artista contra Batista quedó evidenciada desde antes del triunfo de la Revolución, cuando como protesta organizó con la FEU una serie de funciones gratuitas en el estadio de la Universidad de La Habana.
Como ciudadano que no vive de la política y que no obtiene
su sustento del patrocinio de ningún régimen, ni de sus
opositores «titulares», puedo permitirme, sin compromisos con nadie, el recordar a Alicia omitiendo sus latitudes
ideológicas, con las que no estoy de acuerdo. Ver la vida en blanco y negro
solo conduce a fanatismos y rencores.
Constantemente lo digo: hay seres humanos que, por su trascendencia en el plano cultural y espiritual, siempre que no hayan hecho mal al prójimo, pueden asumirse desde la admiración, desacoplados de determinadas facetas de su trayectoria. No entenderlo así significa asumir el mismo rol, pero con signo opuesto, de quienes sin conocer ni respetar lo que significa la libertad del individuo, salían a las calles o incitaban al acoso del huevazo, el linchamiento y el pin, pon fuera... A esos, yo jamás querría parecerme. La historia los disolverá.
Constantemente lo digo: hay seres humanos que, por su trascendencia en el plano cultural y espiritual, siempre que no hayan hecho mal al prójimo, pueden asumirse desde la admiración, desacoplados de determinadas facetas de su trayectoria. No entenderlo así significa asumir el mismo rol, pero con signo opuesto, de quienes sin conocer ni respetar lo que significa la libertad del individuo, salían a las calles o incitaban al acoso del huevazo, el linchamiento y el pin, pon fuera... A esos, yo jamás querría parecerme. La historia los disolverá.
El legado artístico y cultural de la Alonso, ese que han
resaltado por estos días medios de los más disímiles signos políticos, avala mi
postura. No nos llamemos a confusión: aquí nadie es San Pedro, para creerse con
la llave del cielo.
Cuentan que la gran bailarina cubana dejó a un lado
simpatías ciegas para abrirse paso mediante sus influencias personales en aquel
sistema sin espacio para el disenso o la protesta, donde con frecuencia el no secundar sin titubeos las decisiones del «Gran Hermano» podía costarle el ostracismo o la censura a cualquiera. Como el cisne
blanco abrió sus alas y cobijó a sus colegas reclutados para aquellas tristemente célebres Unidades Miliatares. Devenida entonces en halcón
plantaba cara así a las injusticias, frente a las que otros simplemente hicieron
como el avestruz.
La respuesta dada durante las depuraciones de la UMAP fue recordada por la propia
Alicia hace algunos años en entrevista realizada por Ismael Cala para la CNN. Con
la delicadeza que caracterizó a la Giselle cubana, pero con la valentía
de nuestra Mariana Grajales, sus palabras en aquellos momentos resumen la
postura asumida: «Compañero, ¡a mi compañía, que es nuestra compañía, no me la toca nadie!¡No me la toca nadie!».
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